En la entrada pasada os presenté el barrio de El Puche y pudisteis ver
el deterioro y la suciedad que presentan sus edificios y sus calles. Hoy os
quiero mostrar la respuesta de sus vecinos ante un conflicto que pudo dividir
al barrio y que lejos de ello, los unió y les dio fuerzas para creer en la
palabra y el respeto para solucionar sus diferencias y en el esfuerzo y el
trabajo colectivo para luchar por la igualdad.
Me refiero en concreto a un mercadillo de subsistencia...
Este mercadillo surgió hace años cuando un par de vecinas del barrio, sin
apenas dinero para comer, comenzaron a vender sus viejas pertenencias. Con el
poco dinero que ganaban (un par de euros máximo) podían contribuir a la
maltrecha economía familiar. Al poco tiempo, un centenar de puestos comenzaron
a ponerse todas las tardes-noches en una de las calles principales de la zona
norte del barrio. La mayoría de los vendedores eran hombres marroquíes, del
barrio o de los asentamientos de los alrededores. Lo que en este mercado se
vendía procedía en su mayoría de los contenedores de basura del centro de la
ciudad. La comida diaria de estos vendedores dependía, en la mayoría de los
casos, de los tristes beneficios obtenidos de la venta en este mercadillo.
No tardaron mucho en surgir conflictos entre los vendedores y
los vecinos debido a:
- La ubicación: colocado en una de las calles principales del barrio. Se congregaban diariamente cientos de personas, lo que dificultaba el paso de vehículos e impedía que mujeres y niños disfrutaran de este espacio con normalidad.
- La suciedad: los vendedores dejaban allí tirado lo que no habían podido vender (muchos de ellos vivían en la calle y no tenían donde guardar las cosas).
- El ruido: el mercado finalizaba a altas horas de la madrugada.
- Las peleas.
El equipo de
educadoras (que desde hacía poco trabajaba en el barrio) se dio cuenta de que
muchos vecinos no estaban en contra del mercadillo como tal, pero sí de sus
consecuencias. Los vecinos se sentían impotentes ante esta situación y la única
solución que planteaban era la fuerza y acabar con esto de forma rápida y
contundente. Por otro lado reconocían que estas personas se encontraban en una
situación crítica y necesitaban esta venta marginal para poder sobrevivir.
Las educadoras
comenzaron a trabajar codo con codo con las vecinas (hablo en femenino porque
fueron ellas las que más se implicaron). También hablaron con los vendedores y
éstos opinaban lo mismo: las condiciones en las que estaba el mercadillo
no eran las más adecuadas pero era el medio que tenían para sobrevivir.
Fue así como surgió
un proceso de mediación. Los vendedores y los
vecinos se reunieron por separado. Se trabajó con ellos sobre qué visión tenían del
problema, cómo querían resolver el conflicto, qué solución veían..., después
eligieron a sus representantes. Las dos partes se sentaron, expusieron sus
situaciones y llegaron a un acuerdo:
- El mercadillo debía seguir porque era la única forma que tenían muchas personas de ganarse la vida.
- El mercadillo debía cambiar de ubicación. Acordaron un nuevo lugar.
- Cada vendedor debía dejar limpio el lugar donde se había colocado
En la reunión de
mediación los vecinos decidieron que había que informar a todo el mundo de las
decisiones que se habían tomado. Para ello los representantes,
acompañado por las educadoras, elaboraron octavillas informativas en varios
idiomas donde además de explicarse los acuerdos a los que se habían llegado se
indicaba el día y la hora a la que se había quedado para acondicionar la nueva
ubicación del mercadillo.
En el arreglo de la
zona participaron los vendedores, los vecinos, las vecinas y las educadoras.
El trabajo fue duro pero los que hasta hacía bien
poco eran “enemigos” se comportaban como compañeros, entendían que no era un problema
de los vendedores que ellos debían resolver, sino que era un
problema de todos y que todos debían participar en su solución.
Una vez que el
espacio quedó adecentado, comenzaron a distribuir los puestos, a numerarlos,
eligieron a responsables del mercadillo encargados de repartir bolsas para que
depositasen las basuras al término de la jornada...
Los vecinos estaban
desconcertados y contentos a la vez ante la nueva situación de la calle:
tranquila, menos sucia, sin aglomeraciones...
Pero pocos días
después los vendedores volvieron a ocupar la calle. Se justificaron afirmando
que un gran vendaval levantó una gran polvareda y les impidió vender con normalidad. A eso
le sumaban el miedo que tenían por si en el nuevo lugar tenían menos clientes..
Además habían dejado la explanada sucia. Los vendedores habían roto el
compromiso alcanzado en la mesa de mediación.
El siguiente paso
era la negociación y la vuelta al diálogo. Se convocó una nueva reunión, pero esta vez
sólo estarían los vecinos, porque los vendedores habían tomado una
decisión unilateral, sin contar con nadie más.
La reunión comenzó
muy tensa, los vecinos aportaban ideas, pero ninguna les convencía a todos. Sí
se les trasmitió la idea de ocupar la calle para que los vendedores entendieran
que no era un buen sitio para poner el mercadillo y que su sitio era otro. Tras
mucho diálogo un niño dijo “¿y si hacemos juegos para los niños?”… A
partir de aquí las conclusiones a las que se llegaron fueron:
- Ocupar las aceras que usaban los vendedores antes de que ellos llegaran y poner allí todo tipo de actividades con niños y jóvenes.
- Las madres (los maridos en esto no estaban dispuestos a participar) propusieron limpiar las aceras antes de empezar con las actividades porque estaban muy sucias…
Al día siguiente,
antes de que los vendedores se instalasen, las aceras se limpiaron y la calle
entera se llenó de niños y niñas jugando. Aquella tarde la calle se cortó al
tráfico y se estuvo jugando en ella durante unos días hasta que el mensaje se
consolidó. Mientras los niños y las niñas jugaban en la calle, las educadoras
informaron a los vendedores de lo que estaba pasando y de la postura que tenían
los vecinos: los vendedores debían respetar lo acordado en la mesa de
negociación.
Hubo reuniones
donde se acordó, entre otras, que el espacio del mercadillo debía seguir siendo
mejorado. Para ello, la asociación que estaba coordinando toda la intervención
(Almería Acoge) facilitó camiones de grava para evitar el polvo.
Pasaron los días y
tanto los vendedores como los vecinos estaban muy contentos el mercadillo, por fín podían soñar con un espacio digno. Pero dos meses después y sin previo aviso, este lugar
apareció vallado (según la Empresa Pública del Suelo Andaluz para construir unas viviendas prefabricadas). El vallado produjo un
sentimiento de desaliento, desilusión y desesperanza. Lo conseguido en varios
meses parecía desaparecer en un solo día (hasta ese momento se “suponía” que
había una especie de “colaboración” entre EPSA y Almería Acoge)
Pero algo había
cambiado (la educación transforma a las personas, como decía Sócrates). Tanto
los vendedores como los vecinos partían de unos aprendizajes previos en
resolución de conflictos. Plantearon una nueva reunión y volvieron a buscar una
solución conjuntamente: un nuevo traslado. No era el mejor sitio: al lado de
una zanja de basura que a falta de contenedores los vecinos usan para tirar las
basuras, una explanada que se inunda cada vez que llueve, que además es más
pequeño…
No es un sitio
digno, pero es su sitio. El sitio donde cada día se ponen
con la esperanza de poder ganar algo de dinero para poder callar sus barrigas
hambrientas.
Han pasado tres
años de esto que os cuento. En estos tres años han pasado miles de personas por
el mercado. Los vendedores van cambiando, unos vienen y otros se van…a veces
surgen conflictos entre los vendedores y entre éstos y los vecinos, la policía
nacional muy a menudo pasa por allí sembrando el pánico, atemorizando a los
vendedores indocumentados y llenando sus furgones de gentes con destino a las
cárceles de internamiento para inmigrantes, robándoles la dignidad y el sueño
de una vida mejor.
Eso sí, todos
aprendimos que hay lugar para todos, que es a través del diálogo como mejor se
resuelven los conflictos y que con esperanza, apoyo, esfuerzo, compañerismo e
imaginación todo puede mejorar...
Algunas claves del trabajo:
- La intervención social debe enmarcase dentro de un proceso educativo.
- El objetivo debe ser acompañar, ayudar a crecer como personas, ayudarles a ser más libres y más conscientes de su situación de exclusión y marginalidad.
- Hay que evitar actitudes paternalistas por parte de los/las técnicos/as
- No hay que hacer cosas PARA, sino que hay que hacer cosas CON (este punto es fundamental).
- No podemos caer en las "prisas" o buscar cambios rápidos. Hay que apoyar las conquistas cotidianas y favorecer el proceso de reflexión-acción-reflexión, el empoderamiento, la construcción colectiva...
- El abordaje del problema no se debe centrar en lo concreto sino en la búsqueda de la transformación social.
Genial, la solución fue consensuada y lógicamente planteada, implicando a las dos partes. Incluso en las peores circunstancias se puede llegar a un acuerdo.
ResponderEliminarEres grande Vanesa!!
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