martes, 20 de noviembre de 2012



En la entrada pasada os presenté el barrio de El Puche y pudisteis ver el deterioro y la suciedad que presentan sus edificios y sus calles. Hoy os quiero mostrar la respuesta de sus vecinos ante un conflicto que pudo dividir al barrio y que lejos de ello, los unió y les dio fuerzas para creer en la palabra y el respeto para solucionar sus diferencias y en el esfuerzo y el trabajo colectivo para luchar por la igualdad.



Me refiero en concreto a un mercadillo de subsistencia...

Este mercadillo surgió hace años cuando un par de vecinas del barrio, sin apenas dinero para comer, comenzaron a vender sus viejas pertenencias. Con el poco dinero que ganaban (un par de euros máximo) podían contribuir a la maltrecha economía familiar. Al poco tiempo, un centenar de puestos comenzaron a ponerse todas las tardes-noches en una de las calles principales de la zona norte del barrio. La mayoría de los vendedores eran hombres marroquíes, del barrio o de los asentamientos de los alrededores. Lo que en este mercado se vendía procedía en su mayoría de los contenedores de basura del centro de la ciudad. La comida diaria de estos vendedores dependía, en la mayoría de los casos, de los tristes beneficios obtenidos de la venta en este mercadillo.


No tardaron mucho en surgir conflictos entre los vendedores  y los vecinos debido a:

  • La ubicación: colocado en una de las calles principales del barrio. Se congregaban diariamente cientos de personas, lo que dificultaba el paso de vehículos e impedía que mujeres y niños disfrutaran de este espacio con normalidad.
  • La suciedad: los vendedores dejaban allí tirado lo que no habían podido vender (muchos de ellos vivían en la calle y no tenían donde guardar las cosas).
  • El ruido: el mercado finalizaba a altas horas de la madrugada.
  • Las peleas.



El equipo de educadoras (que desde hacía poco trabajaba en el barrio) se dio cuenta de que muchos vecinos no estaban en contra del mercadillo como tal, pero sí de sus consecuencias. Los vecinos se sentían impotentes ante esta situación y la única solución que planteaban era la fuerza y acabar con esto de forma rápida y contundente. Por otro lado reconocían que estas personas se encontraban en una situación crítica y necesitaban esta venta marginal para poder sobrevivir.

Las educadoras comenzaron a trabajar codo con codo con las vecinas (hablo en femenino porque fueron ellas las que más se implicaron). También hablaron con los vendedores y éstos opinaban lo mismo: las condiciones en las que estaba  el mercadillo no eran las más adecuadas pero era el medio que tenían para sobrevivir.

Fue así como surgió un proceso de mediación. Los vendedores y los vecinos se reunieron por separado. Se trabajó con ellos sobre qué visión tenían del problema, cómo querían resolver el conflicto, qué solución veían..., después eligieron a sus representantes. Las dos partes se sentaron, expusieron sus situaciones y llegaron a un acuerdo: 

  • El mercadillo debía seguir porque era la única forma que tenían muchas personas de ganarse la vida.
  • El mercadillo debía cambiar de ubicación. Acordaron un nuevo lugar.
  • Cada vendedor debía dejar limpio el lugar donde se había colocado


En la reunión de mediación los vecinos decidieron que había que informar a todo el mundo de las decisiones que se habían tomado.  Para ello los representantes, acompañado por las educadoras, elaboraron octavillas informativas en varios idiomas donde además de explicarse los acuerdos a los que se habían llegado se indicaba el día y la hora a la que se había quedado para acondicionar la nueva ubicación del mercadillo.




En el arreglo de la zona participaron los vendedores, los vecinos, las vecinas y las educadoras. El trabajo fue duro pero los que hasta hacía bien poco eran “enemigos” se comportaban como compañeros, entendían que no era un problema de los vendedores que ellos  debían resolver, sino que era un problema de todos y que todos debían participar en su solución.


                               







Una vez que el espacio quedó adecentado, comenzaron a distribuir los puestos, a numerarlos, eligieron a responsables del mercadillo encargados de repartir bolsas para que depositasen las basuras al término de la jornada...

Los vecinos estaban desconcertados y contentos a la vez ante la nueva situación de la calle: tranquila, menos sucia, sin aglomeraciones...

Pero pocos días después los vendedores volvieron a ocupar la calle. Se justificaron afirmando que un gran vendaval  levantó una gran polvareda y les impidió vender con normalidad. A eso le sumaban el miedo que tenían por si en el nuevo lugar tenían menos clientes.. Además habían dejado la explanada sucia. Los vendedores habían roto el compromiso alcanzado en la mesa de mediación.

El siguiente paso era la negociación y la vuelta al diálogo. Se convocó una nueva reunión, pero esta vez sólo estarían los vecinos, porque los vendedores  habían tomado una decisión unilateral, sin contar con nadie más.

La reunión comenzó muy tensa, los vecinos aportaban ideas, pero ninguna les convencía a todos. Sí se les trasmitió la idea de ocupar la calle para que los vendedores entendieran que no era un buen sitio para poner el mercadillo y que su sitio era otro. Tras mucho diálogo un niño dijo “¿y si hacemos juegos para los niños?”… A partir de aquí las conclusiones a las que se llegaron fueron:
  • Ocupar las aceras que usaban los vendedores antes de que ellos llegaran y poner allí todo tipo de actividades con niños y jóvenes.
  • Las madres (los maridos en esto no estaban dispuestos a participar) propusieron limpiar las aceras antes de empezar con las actividades porque estaban muy sucias…


Al día siguiente, antes de que los vendedores se instalasen, las aceras se limpiaron y la calle entera se llenó de niños y niñas jugando. Aquella tarde la calle se cortó al tráfico y se estuvo jugando en ella durante unos días hasta que el mensaje se consolidó. Mientras los niños y las niñas jugaban en la calle, las educadoras informaron a los vendedores de lo que estaba pasando y de la postura que tenían los vecinos: los vendedores debían respetar lo acordado en la mesa de negociación.




Hubo reuniones donde se acordó, entre otras, que el espacio del mercadillo debía seguir siendo mejorado. Para ello, la asociación que estaba coordinando toda la intervención (Almería Acoge) facilitó camiones de grava para evitar el polvo.

Pasaron los días y tanto los vendedores como los vecinos estaban muy contentos el mercadillo, por fín podían soñar con un espacio digno. Pero dos meses después y sin previo aviso, este lugar apareció vallado (según la Empresa Pública del Suelo Andaluz para construir unas viviendas prefabricadas). El vallado produjo un sentimiento de desaliento, desilusión y desesperanza. Lo conseguido en varios meses parecía desaparecer en un solo día (hasta ese momento se “suponía” que había una especie de “colaboración” entre EPSA y Almería Acoge)

Pero algo había cambiado (la educación transforma a las personas, como decía Sócrates). Tanto los vendedores como los vecinos partían de unos aprendizajes previos en resolución de conflictos. Plantearon una nueva reunión y volvieron a buscar una solución conjuntamente: un nuevo traslado. No era el mejor sitio: al lado de una zanja de basura que a falta de contenedores los vecinos usan para tirar las basuras, una explanada que se inunda cada vez que llueve, que además es más pequeño…




No es un sitio digno, pero es su sitio. El sitio donde cada día se ponen con la esperanza de poder ganar algo de dinero para poder callar sus barrigas hambrientas.  

Han pasado tres años de esto que os cuento. En estos tres años han pasado miles de personas por el mercado. Los vendedores van cambiando, unos vienen y otros se van…a veces surgen conflictos entre los vendedores y entre éstos y los vecinos, la policía nacional muy a menudo pasa por allí sembrando el pánico, atemorizando a los vendedores indocumentados y llenando sus furgones de gentes con destino a las cárceles de internamiento para inmigrantes, robándoles la dignidad y el sueño de una vida mejor.

Eso sí, todos aprendimos que hay lugar para todos, que es a través del diálogo como mejor se resuelven los conflictos y que con esperanza, apoyo, esfuerzo, compañerismo e imaginación todo puede mejorar...



Algunas claves del trabajo:
  1. La intervención social debe enmarcase dentro de un proceso educativo.
  2. El objetivo debe ser acompañar, ayudar a crecer como personas, ayudarles a ser más libres y más conscientes de su situación de exclusión y marginalidad.
  3. Hay que evitar actitudes paternalistas por parte de los/las técnicos/as
  4. No hay que hacer cosas PARA, sino que hay que hacer  cosas CON (este punto es fundamental).
  5. No podemos caer en las "prisas" o buscar cambios rápidos. Hay que apoyar las conquistas cotidianas y favorecer el proceso de reflexión-acción-reflexión, el empoderamiento, la construcción colectiva...
  6. El abordaje del problema no se debe centrar en lo concreto sino en la búsqueda de la transformación social.